- Ocurre de pronto, inesperadamente o fuera de toda norma (esto incluye abusos continuados).
- Excede la capacidad que percibe el individuo para poder manejar la amenaza o el ataque.
- Perturba los marcos de referencia del individuo y otros esquemas básicos que le sirven para entender y manejarse en el mundo.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-5 (APA, 2013), es más restrictivo ya que considera que para que se dé un trastorno por estrés postraumático es preciso que haya un suceso que implique (criterio A) exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o en forma de amenaza, propias o de alguien muy allegado. Al considerar esto necesario para que haya un trastorno por estrés postraumático, esta definición deja fuera sucesos que pueden ser muy traumáticos y tener efectos devastadores; pero que no se relacionan directamente con situaciones de violencia física o peligro de muerte. Por poner un ejemplo, una infidelidad de la pareja se vive como una traición traumática que tiene efectos parecidos al trastorno por estrés postraumático. Sin embargo, en la definición del CIE-10 cabría la consideración como hecho traumático de la traición de la pareja en la infidelidad, que puede desencadenar procesos similares a los que se describen en el DSM 5 para definir el trastorno por estrés postraumático.
La ventaja del DSM 5 es que tiene una lista más detallada de las consecuencias del trauma cuando se convierte en un problema psicológico. Así, incluyen (criterio B) que deje secuelas en forma de sueños, recuerdos recurrentes u otras formas de revivir lo ocurrido; (criterio G) que provocan un gran malestar que afecta a la vida laboral o personal. (Criterio C) cuando la persona inicia una estrategia de evitación contra las secuelas intentando eliminarlas, (criterio D) se producen otra serie de problemas emocionales y (criterio E) se produce también una alteración del estado de alerta.
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